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Los cambios.



Cada vez que escucho una historia de cambio, no puedo evitar recordar el inicio de La metamorfosis de Franz Kafka, que comienza con la famosa frase:


"Al despertarse Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto."


¿Y no es así como nos sentimos cuando de pronto nos vemos envueltos en un cambio que no esperábamos? Te despiertas, te levantas de la cama y, de alguna manera, ya no te reconoces. Creo que esa sensación es el primer indicio de que estás a punto de embarcarte en una experiencia nueva y transformadora.


Esa es la complejidad de los cambios: tu identidad se desmorona para ser reconstruida desde sus cimientos. El cambio, en su esencia, trae primero destrucción para luego dar paso a la transformación.


Recuerdo que una vez escribí que el cambio solo es posible si estamos dispuestos a dejarlo todo atrás: nuestras creencias, nuestras certezas, incluso la imagen que tenemos de nosotros mismos.


El cambio es un proceso inevitable y necesario, aunque a menudo lo percibamos como una especie de destrucción interna. Pero, como decía Kafka, somos el recuerdo que los demás conservan de nosotros, una construcción siempre en transformación. Dejar atrás nuestras viejas creencias y certezas no es fácil, pero es el único camino hacia una nueva versión de nosotros mismos.


Como escribió Hermann Hesse en Demian: "La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el intento de un camino, el esbozo de un sendero." Porque, al final, el cambio no es más que el viaje hacia nuestra propia esencia.







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