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Lluvia en septiembre.


Mirando por mi ventana, veo la primera lluvia de septiembre. No puedo evitar pensar en lo parecida que es la lluvia a las lágrimas, a ese acto tan humano de llorar.


Tanto la lluvia como las lágrimas tienen el poder de limpiar y hacer espacio. La lluvia refresca la tierra, la purifica y ayuda a que todo vuelva a florecer; del mismo modo, cuando lloramos, nos liberamos de lo que llevamos dentro, dejando espacio para sanar y seguir adelante.


Es interesante porque, cuando nacemos, el médico confirma que estamos vivos justamente por nuestro primer llanto, como si llorar fuera nuestra primera conexión con el mundo, la señal de que estamos aquí.


Así, la próxima vez que la lluvia caiga, recordemos su conexión con nuestras propias lágrimas. Ambas son recordatorios de que, en el proceso de limpiar y liberar, encontramos la fuerza para crecer y renacer. Aprendamos a abrazar tanto las tormentas del exterior como las del interior, pues en cada gota hay una oportunidad de renovación y sanación.



2 commenti


Ospite
5 days ago

🔝🔝

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Ospite
5 days ago

Me encanta!

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